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232 Equivocación... sin leer. ¡Ah, pues!.... Yo estoy resuelto á hacérselo creer con co- sa más práctica. Le envio ésta cerrada, y cuantas abiertas, leídas y guardadas, tengo de ella. No tendrá más remedio que creer. Se dirigió á su escritorio, levantó el pupitre, debajo había un secreto conocido sólo de él, oprimió con el dedo una tablita, en otra tablita apareció una cerradura, un orificio apenas perceptible. In- trodujo la punta de un alfiler, apretó un poco y se abrió el secreto. Un olor delicadisimo de violeta se esparció en el acto perfumando toda la estancia. Salía del manojo de cartas allí oculto de la Du- quesa Palmira. La impresión que produjo á sus sentidos el aroma fué como siempre agradable, pero ahora desagradable á su espíri- tu. Orlando lo tomó, soltó la cinta de seda para poner la última sarta recibida y devolverlo todo en sobre grande por el mismo correo, pero se detuvo un momento. Una de las cartas más á la vista, porque era de las últimas que había recibido en Vet-Oetinga poco antes deir á Francia, le evocó un recuerdo que no pudo echar de sí. Todas las cartas eran en papel y sobre color de rosa. Aquella era toda verde. Orlando se sonrojó ante el pensamiento y dió vuelta al paquete para no verla. Era inútil pues ya la anuncia- ción, la esperanza se había realizado, y de ello le había dado fe la misma Duquesa en persona, cuando él por la mañana le contestó muy serio que no había leído ninguna de sus cartas en Francia, y que no se molestase en enviarle más. Pero si bien la carta verde con la vuelta al paquete desaparecia de sus ojos, en cambio ahora la carta sin abrir toniaba proporciones colosales. Desdobló la cinta que aún no había atado. Tomó el sobre cerrado, y luchando lo que no es decible, hizo una última consulta 4 su conciencia sobre sus resoluciones. No, no estaba él dudando si caer ó nó de nuevo en el lazo de sus brazos, pero quería enterarse á fin de contestarle una última vez para siempre. Ya se disponía á abrir el pliego, y sintió con igual pena que gozo el timbre de la campanilla que llamaba á la cena, Todo lo cerró apresuradamente, y se presentó en la mesa.

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