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Novela histórica 299 está tan trascordado? ¿cómo no pensó antes las cosas con todas sus consecuencias? ¿cómo no recuerda que él mismo, siquiera sea de un modo indirecto, me lo aconsejó? ¿y cómo admite, ni me hace, ni me expone con preguntas, á contestaciones que yo, por su pro- pio decoro, no puedo dar ante todos? ¿Y cómo así en público me deja desacreditado, y luego en pri- vado no me explica, no me habla, ni me dá un satisfacción? Así en estas poderosísimas razones se perdía Orlando cuando sintió los pasos de Raquel que se acercaba y le decía: —Tienes un parte, Orlando. —¿Yo? no lo espero de nadie. —Eisenach te buscaba con él en la mano. Le he oído preguntar por su señorito, y ha subido muy ligero á tu departamento. —No lo espero de nadie. —¿Has visto al Duque por la mañana? A la Duquesa estuvo por contestar que había visto. —No, no hay nada del Duque. Regresó á Inglaterra. Debió ser eso... Eisenach se había detenido respetuoso, pero 4 vista de sus se- ñores, enseñando un papel. —Mira, es un parte. —No sé... ¡Ah! sí, sí. Podía ser que en vez de carta... Y era en efecto, que en vez de carta, la Superiora de Ba- yona, por adelantar más, anunciaba en telegrama la postración tan grande de su enfermera herida, que inspiraba muy serios cui- dados. —Raquel—dijo cuando se enteró—quisiera irme esta misma no- che á Bayona. —¿A Bayona?—repitió alarmadísima Raquel.—¿A qué? Y no puedes ir. Tenemos esta tarde mismo el consejo de fami- lia; 6 diré mejor, tienen y después nos hablarán á los dos. —Pues iré mañana en el primer tren que salga para Francia. —¡Imposible! ¿Olvidas el compromiso con $. M. el Rey? —Me dispensará, seguro, y será la única gracia que le quiero deber y le agradeceré. —¿Y siendo por tí la honra dispensada puedes tú faltar, ni dar motivo á que se suspenda por preferir un asunto particular tuyo pr importante que él sea? Imposible. No sabes lo que te dices.
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