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e A A _—— - LA 0 RU QU RU 4 Ra o CAPÍTULO XV Orlando embustero NTRE alegre y triste se había despertado y levantado aquella mañana el General Hereford. Tenía ya el hijo == en casa. Aquel hijo que había constituido siempre toda su familia, todo su amor, y á quien ahora debía la vida. Pronto tendría también la satisfacción de presentarlo en Palacio Real, pues Bismarck, el Principe heredero, Federico, y el mismo Rey Gui- llermo, se habían adelantado á ofrecerle la honra de ser recibido en particular visita. Pero aquel hijo ¡ay! era también la pesadilla, quien había mi- nado su salud y tranquilidad desde cierta fecha, haciéndose católi- co sin conocimiento ni consejo. ¿En qué pararía aquello? En nada bueno, pues dentro y fuera de casa veía él formarse tan negro nublado que no hallando medio de conjurarlo era forzoso se resolviese en pedrisco, en rayos y truenos. Ya los primeros relámpagos alumbraban siniestramente el horizonte. Martina había jurado por quien era que no consenti- ría ella ni una palabra de papismo en su Palacio. Hereford pensó en la conveniencia de tener preparado su Palacio Klopstoch, pues el primer rompimiento lo veía cerca, y él había de ser presagio y ocasión próxima para muchos otros. Tomó la pluma y avisó á Bis- mark que Orlando había llegado la noche anterior y esperaba orden para tener el alto honor de ir á besar los Reales Pies de S. M, ¿stando ya en el desayuno con su hijo recibió esta contestación,

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