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IAEA A A AI A 216 Equivocación. . pesar de los papás de Raquel, ésta no aceptará su Ducado vivien- do yo, y que por tanto me espera á las diez de la mañana en la Plaza Real, para convenir en el lugar del duelo. Orlando reflexionó un buen rato sobre qué podía ser aquello, y guardando la carta en el bolsillo, salió en busca de Eisenach. Había andado veinte pasos cuando oyó tras de sí un sigiloso ¡Pchs, Pchs!... Era Raquel, que por otro tránsito venía á buscarle, muy silen- ciosa, de puntillas para no hacer ruido ni alarmar á nadie. Cuando se apercibió de que Orlando ya la veía y conocía, se de- tuvo, le hizo seña con la mano para que retrocediese, y puso el dedo en la boca indicándole que no hablase alto. —Estaba impaciente, Orlando, esperando oir abrir y cerrar tu puerta, y te he visto salir tan de prisa. —Sí, he salido antes: hace como una hora. —Acabo de levantarme y tengo que volver otra vez á la cama, —¿Pero qué te impacienta y te trae por acá? ¿stoy aterrada, Orlando. Anoche luego que quedaste solo, tu papá tuvo una conferencia larga con mamá, y yo oí algo cuando se despedían frente á mi puerta para ir cada uno á su habitación. Pero mamá entró después de haberme dado ya las buenas noches, despachó á mis doncellas que me desnudaban y me habló, Me dijo que de acuerdo con tu papá ha preparado el Palacio Klopstoch de tu familia, y que tan pronto como armes el primer escándalo ó des el primer mal ejemplo con tu papismo irás á habitarlo con tu papá. Teme que vas á querer hacer papistas hasta á los lacayos, y que la mía va á ser la primera perversión. También me preguntó si había venido con nosotros, ó en otro coche reservado, la papista; ó si la habías ya abandonado, desen- gañado; que se alegraría hubiese venido á Berlín para quitar todo todo temor de nuestro enlace. ¡Orlando, Orlando!... nos separan irremisiblemente. Y quería llorar sin consuelo, pero temía ser oída por su madre. —No llores."Eso más nos une. —Nos separan, nos separan. Ya lo verás. Toda tu prudencia se estrellará. Mamá no quiere paz contigo. —Pues no seré yo quien declare la guerra. —Pero te la declarará ella, y será como si se la declarases tú,
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