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Novela histórica 215 Tan desagradable le pareció la impresión de su espiritu, que quiso entonces desnudarse y dormir por todo alivio, pero preveía que ya no había de dormir. Miró la hora. Era muy temprano, pero tarde para echarse en la cama. Se levantó, paseó un poco para distraerse y cuando creyó que alguno de la familia se habría ya levantado, salió de la pieza. Bamberg era sin disputa el más madrugador de la casa y aún estaba dormido. No encontró á nadie de la familia por todo el Pa- lacio. Sólo un enjambre de ordenanzas, asistentes, sirvientes, don- cellas y camareros, que le saludaban al pasar, yendo y viniendo cada uno ocupado en su respectivo trabajo. Kisenach, su criado favorito,se le presentó apenado, disculpándose de no haberle podido saludar luego que llegó, y pidiéndole permiso para traerle una tar- jeta que ya desde la noche le esperaba en el tarjetero del comedor. —¿Cuando ha llegado? Llegó anoche, poco después que V. S. A mí me la entregó el portero, y yo la dejé allí pensando que 5S. 5. y los señores -la verían al salir del salón, entrando al comedor para la cena. Ahora quitando el polvo me fijo que aún está allí. Con permi- so de $. $... —$i; puedes traérmela. La recibió y se volvió á sus habitaciones para leerla. El sobre tenía sólo esta dirección: Coronel Orlando. Letra des- conocida. Abrió y se le presentó primero una hermosÍsima corona ducal. No se fijó en el membrete. Era sin duda aquella carta la felicita- ción y bienvenida de alguno de tantos amigos íntimos de la familia. Así lo pensó; pero no era eso. Era una provocación á duelo en toda forma y con los más groseros insultos si no aceptaba. Pero ¿de quién era? El se firmaba Duque Norfolk. ¿Pero quién es? Y no podía recordar tal nombre entre el sinnúmero de sus co- nocidos y amigos. Es inglés; pero aquí hay tantos ingleses. ¿Será de la Embajada butánica alguno nuevo? Pero no es desconocido en la casa, pues dice que Lady Sara acaba de avisarle que yo llego por la noche, y que no quiere perder tiempo viniendo y exponiéndose 4 sufrir segunda afrenta por causa mía, pues está convencido de que á