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Novela histórica 213 familia. Ni una palabra, ni una reticencia, nada que indicase el disgusto soberano ya pasado, ni la tormenta oculta, pero necesaria- mente futura y ya cercana. Después de descansar del viaje toma- ría por cuenta Martina á Raquel, Hereford á su hijo, y acaso David Bamberg á los dos juntos ó por separaro. Raquel temblaba, porque algo sabía ya desde antes de su huida. Orlando estaba tranquilo porque en todo y por todo había obede- cido á su padre, y su conciencia en nada le reprendía. El General, viéndose ya solos padre é hijo, le anunció en la misma noche que Bismarck le había indicado los deseos que S. M. R. tenía de saludarle luego de su llegada. Por tanto, que irían al siguiente día al Palacio Real para agradecer tanta aten- ción y benevolencia. En esto no vió Orlando nada de extraño, pues conocía era todo por consideración y deferencia á su papá. Lo extraño para Orlando fué ver 4 su padre tan desmejorado, tan forzosamente alegre, pues notaba en él empeño en no apare- cer triste, siendo así que la sonrisa hacía traición 4 sus ojos lán- guidos y llorosos, reveladores de ocultos sufrimientos y de lo mu- cho que había ya llorado. A la verdad, temió entrar en conversación íntima sobre la causa; pero al ver que su padre le hacía el obsequio aquella noche de acompañarle hasta la puerta de su habitación, para luego reti- 'arse él á la suya, Orlando agradeció aquella atención con estas palabras de ternura y esta pregunta de confianza. —Adiós, papá, que descanses y pases buena noche. Te encuen- tro desconocido ¿qué tienes? Descansa; ya me lo dirás. — ¡Ah! hijo mío.. Tendríamos mucho que hablar. Voy, sí, á descansar, Ya tendremos tiempo. Tu descabellada idea de entrar en el papismo me ha herido de muerte, y si ahora te empeñas en casarte con Raquel, me acabarás de matar. —¡¡¡Papá!!!... Ya hablaremos. Ya hablaremos. Orlando quedó consternadísimo, viendo á su padre que sin más se retiraba después de tan seca contestación, y dejándole á él plan- tado en la puerta. Entró en su dormitorio afligidísimo, pues la actitud de su padre le había quitado toda confianza para seguirle y preguntarle más. ¿Pero yo he sido causa de un mortal disgusto en mi papá hacién-

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