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a ai rr ia = ri a E a a A A y A a: A a Da tai 2 Equivocación... —Mandarte, no. —Pide, pues, lo que quieras. Orlando abrió la maleta y sacando el Balmes que tan saluda- bles efectos había causado en él derramando sobre su inteligencia torrentes de luz, le dijo: Toma. Rompiste el catecismo absurdo, irracional y déspota; aquí tienes este explicado, muy conforme á la razón, á la fe, al buen sentido, y muy suave. No lo leas en una tarde, sino poco á poco, con seriedad y rec- ta intención. , Y si á pesar de su meridiana claridad encuentras algo que sea todavía absurdo para tí, irracional, ó déspota, pideme explicación. ¿Puedo esperar de tí ese favor? Raquel se contuvo. —No llamo sino á tu razón, á tu buena voluntad y buen sentido. Raquel lo tomó sín prometer leerlo. Tú sabes las precauciones con que debes guardarlo en casa. En estas y otras variadas conversaciones pasaron el largo tra- yecto y llegaron por la noche á Berlín. Ya en la estación esperaba la familia, pero nadie más que la familia, pues había sido dispuesto y hecho todo el viaje con la ma- yor reserva. Martina la primera, sin preferencia, abrazó á los dos juntos como la madre más cariñosa, llorando, y sin encontrar una pala- bra de recriminación en su inmensa ternura; aunque realmente su- fría de no decirles nada, pues los dos le habian herido en lo más vivo del alma. Y como les dijo después en casa, el uno me ha dado la muerte, la otra me ha hecho la caja funeraria, y entre los dos me llevan al sepulcro. Bamberg y el General los abrazaron tam- bién con efusión. Cualquiera al verlos hubiera creido que regresa - ban aquellos jóvenes de un viaje de boda. Imposible parecía á Orlando fuese cierto ó tau grave, lo que, según comunicación de Raquel, habian tramado los dos, los tres, pues así con tan grandes demostraciones de alegría les recibían todos y preguntaban qué tal les había ido por N... y por el camino, y cómo estaban. Lo mismo en la cena. No parecia sino que realmente regresa- ban de un largo viaje emprendido de común acuerdo con toda la