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o ra A e canas a ara e 210 Equivocación... deber entregar ella la anónima que de él había recibido, y la en- tregó. Orlando quedó en paz, y ella también. Por la tarde arregló todo su equipo y por la noche salieron para Berlín. Desde el mismo momento en que Orlando había telegrafiado la llegada de Raquel para que estuviesen sin cuidado, Martina avisó al Duque, que al fin se sabía su paradero con Orlando, pero que pronto vendrían, pues en vez de ir el General, se les llamaría in- mediatamente. El Duque vió ya la cosa perdida para él desde el primer día, y quiso vengar la ofensa exigiendo reparación á quien menos culpa tenía. ¿Cómo me presento yo ahora en casa?—Le decia á Orlando Raquel ya en el tren.—Nada me han de hacer, pero te aseguro que la vergúenza hará que entre con las manos en la cara. —Tengo que presentarte yo, pues soy la causa de todo. Y ten- go que reasumir todas responsabilidades y cargos, pues tengo yo la culpa. Bien; confío en que me has de defender. Pero temo mucho más aún otra cosa cuando ya esté en casi. ¿Qué temes? — Temo tu odio. -¿Mi odio? ¿qué dices? - Te lo digo para que me aconsejes. Defenderme eu mi regreso no te ha de costar mucho. Papá David no pierde el tiempo en lo que ya está hecho, y deshecho con mi regreso. Tu papá callará para que mamá hable, y mamá ha de reducirlo todo á lamentar el disgusto que mi huída les ha ocasionado. Pero eso es nada. Tú has de tener con mamá altercados terribles por mucho que los rehu- yas, á causa de tu papismo, pues ella lo ha de perseguir como se persigue en casa á un animal dañino, y no descansará y no parará hasta acorralarlo fuera si no puede matarlo, ¿Cederá tu capricho papista, ó tu conciencia, ante la consideración y el respeto y el amor que le debes? Creo que no. He ahi mi temor. Y no es por ti por quien yo temo, pues sabrás defenderte cuando quieras, porque aunque ella tiene mas razón, tú tienes más talento. Temo por mi. Mamá sé ha de fijar necesariam-+nte en que yo no corresponderé ni con una mirada de asentimiento á su mirada que

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