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el UE 1 A ne ARA 208 Equivocación... Orlando tenía ya de tiempo encargado para Martina un reloj de oro, en cuyas tapas había hecho grabar su retrato sin mano, y esta inscripción: «por defender á su padre». Poco sabía él que la mano la encontraría ahora en casa guardada demtro de un tesoro de pedrería, como otro tesoro más preciado. Después de mucho oponerse á que Raquel le acompañase pudo conseguir despedirse solo del hospital. Su última conversación con la Superiora había sido en extremo peligrosa para Raquel. El mismo se había visto comprometido, y bastante-trabajo le había costado discurrir cómo despedirse airoso, quitando de la Superiora toda idea de enviar la carta anónima á Bayona, por no considerarla de él. La Superiora, al fin, recordó de quien era la letra de aquella carta, pues aunque en un principio no se habia detenido en eso, y después quiso reconocerla como letra vista, era muy vista para que ella pudiese dudar mucho tiempo. Ordinariamente los enfer- mos que no sabían leer ni escribir, se servían del anciano memo- rialista que venía al hospital, y recorría las salas sacando del apu- ro á los ignorantes por pocos suses. Todos querían escribir á las familias, no todos sabían hacerlo, y el buen señor, que había sido sargento en la milicia, y llevaba ya muchos años de práctica, ser- via á los enfermos en todos esos casos. Muchas veces, á ruegos de algún pobre que si tenía para pagar al memorialista, no le queda- ba para sello, las Religiosas le habian llevado cartas para que por caridad las franquease. Y recordando y confrontando letras, se con- venció de que la carta estaba escrita por el memorialista. Resol- vió hablarle en la primera ocasión, y encargó á las Hermanas que si lo veían por alguna sala le avisasen que quería hablarle. Y se avistó con él. —¿WV. reconoce esta letra?—Le preguntó la Superiora presen- tándole el sobre. —$i. M. Dubois. Es de un servidor de V. R. —¿Podéis leerla, y decidme quien os hizo escribir esa carta? —La carta es mía. Pero no se quién me la hizo escribir. Escri- bo tantas para tantas personas. Pero creo que me la hizo escribir una pobre. , —¿0s hizo prometer silencio? -—No; eso no,

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