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A ANO PP a A e pr A ee a 206 Equivocación... vada estatura, su continente varonil, y su aire marcial, no es tan fácil confundir. Caminaba Raquel por entre unos rosales. El galán creyó que tenía intención de cortar alguna flor, y se adelantó á cortar la más hermosa de las que tenía cerca para tener ocasión de hablarla yendo á ofrecérsela. Ella lo notó, y con marcado desvío dejó su intención y sus flo- res apartándose veloz de los rosales, y tomando la dirección de un bellísimo surtidor lleno de peces. El volvió entonces atrás para sa- lirle al encuentro haciendo una circunferencia perfecta á la fuen- te. Esto era ya demasiado. Ella se plantó dispuesta á reconvenirle y hasta se echó la mano á ver si llevaba el puñal; mas como aun no le había dirigido ni una palabra y ella no quería hablar, miró á los balcones del edificio en actitud de desagrado y protesta, y vió á Orlando que le observaba y flechaba con los lentes en aque- lla dirección. Inmediatamente sacó el pañuelo y agitándolo hacia el balcón, sonriéndose se dirigió al hotel. El galán miró á ella, miró á ól que también le contestaba en * igual forma, y sentándose y sacando un cigarro se lo fumó tran- quilo acabando de leer, mirando de vez en cuando en dirección á los dos. No la sigue, no me apuro por bajar,—se dijo Orlando—pero sa- lió luego á su encuentro en la escalera. —¿Dónde te andas, Raquel? —¡0h! qué susto. Pensaba ya que no iba á saber qué hacer. No me has parecido nunca más hermoso, que ahora cuando te he visto en el balcón. —Y tú no me has parecido nunca más loca que cuando te he visto tan de mañana y sola por el jardín, como si estuvieses en tu >alacio Bamberg. ¿Te ha dicho alguna inconveniencia? —Nada; ni una palabra. Pero si yo en todo caso tendría la cul- pa por salir. Lo he encontrado sentado, leyendo, y he pasado sin saber que él estuviese. Se ha levantado para saludarme dejando de leer, y como yo en vez de retroceder cuando le he visto, he pasado de largo por de- lante de él, ha tirado el diario al asiento, y luego he sentido pasos tras de mí. ¡Qué susto! y tan lejos que estaba ya de aquí,

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