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Novela histórica 205 La lucha terrible que sostenía con estas palabras y sus propios pensamientos, ahuyentaba el sueño de sus ojos. No durmió ni una sola hora, ni un solo instante en toda la no- che. Y si no por la consideración de que Orlando se caía de sueño, pues no había reposado desde su llegada, hubiera tocado el timbre cien veces para llamarle. Orlando, ya en su nueva habitación, y solo, redactó un parte para Berlín, quiso escribir una carta á Bayona, hablar por teléfo- no al Cardenal, pero era tarde para todo, y sus ojos se cerraban por la abrumadora necesidad de descanso. Optó por acostarse en- tregando antes una tarjeta cerrada para el Cardenal, dando orden de que se llevase á Palacio á primera hora de la mañana y espe- rasen contestación. Así se acostó y durmió tranquilo. Cuando despertó miró la hora. Eran las siete, habia dormido muy bien seis horas, y se levantó aunque necesitaba dormir doce. Preguntó si habían llevado la tarjeta á Palacio; al poco rato le en- tregaron contestación. «No 08 molestéis en venir,—le decía el Sr. Arzobispo—pues sal - go temprano en el tren de las nueve, Devuelvo adjunto los pape- les que me pide. Jamás os desprendáis de esas cartas. Siento vivamente la contrariedad que 5. $. acaba de experimen- tar con ese telegrama; ofrézcalo al Señor, y que El y mi bendición os acompañen. Acepto la visita que me ofrece en unión de su pa- pá, y en ello quedará muy honrado, El Arzobispo.» Orlando fué á ver si se había levantado Raquel, y encontró la puerta entreabierta. ¿Duerme todavía?-—pensó—iríamos muy bien. Pero es muy extraño. No puede ser que duerma teniendo la puerta así y el sol en la habitación. Llamó suavemente con los nudillos de los dedos y no obtuvo contestación. Entró la cabeza, miró á uno y otro lado, dirigió su vista hacia la cama, la vió perfectamente hecha, y seinternó pen- sando que acaso no había sido deshecha. Efectivamente, Raquel no estaba en la pieza, ni se había echa- do en la cama, Preguntó á la camarera, y contestó que no sabía que tan pronto se hubiese levantado la señorita, que no la había visto. Miró por una galería al jardín y vió allá lejos una mujer casi seguida de un galán. ¡Cosa rara!—se dijo.—Y es ella, pues su ele-
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