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204 Equivocación... Llamó al camarero, y le ordenó preparar dormitorio para él, pues el suyo era para la señorita. Entre tanto se enteraba del hora- rio de los trenes para Bayona. Raquel—le dijo después de pensarlo un buen rato—este parte me contraría tanto que sino fuese de mi papá no le obedecería puntualmente. Pero no quiero sea la primera cosa que mi papá manda ó desea y yono la haga. Debemos, pues, salir hoy mismo para Berlín á las 11 y 50 noche. Yo quisiera ir antes á Bayona. Pero... —¿A Bayona? ¿á qué?.. —Déjame hablar. —¿Pero yo ir 4 Bayóna ó quedarme sola acá? -Quisiera ir á enterarme del estado de Sor Leona, á visitarla, á dejarle dinero para que nada se escasce de cuanto pueda contri- buir á su curación si es posible, y 4 su restablecimiento. ¿No te parece que en conciencia debemos esa reparación? Pero eso no puede ser... —Desgraciadamente no puede ser. No bay tiempo material pa- a, ir, debiendo marchar mañana mismo á Berlín, pues ya es la una. —¿Pero no he matado yo á tu mujer? ¿Vive aún Sor Leona? Y en el tono angustioso con que preguntaba se podía leer la ágonía que le causaba pensar si habría sido sin resultado cuanto había hecho hasta allí, y si en adelante tendría que empezar de nueyo para vencer la misma dificultad. —Sor Leona vive, sí, y media vida que le falta diera yo de buena gana porque no muriese. —¡Oh!..—exclamó Raquel muy admirada—tu papá se ha hecho á mis ojos odioso por su fingimiento; pero tú que eres para mí ado- rable, me matas si comparo lo que acabas de decir y lo que acabas de hacer ante tu Pastor. -No ofendas á mi papá, que es incapaz de fingir. A mí júzgame cemo quieras. Pero un día te desengañarás de que si en el exterior soy el retrato perfecto de mi padre, en la sinceridad soy su tipo más acabado. Raquel quedó confusa, anonadada; y sola ya en su dormitorio, se entregó, más que al sueño, á fraguar nuevos planes, por más que Orlando al darle las buenas noches le había dicho que descan- sase tranquila y confiada en él.

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