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AAA RN 10 Equivocación... Llevadme, llevadme... el coche, el caballo. Llevadme al hos- pital lo antes posible. No, mi General. Behring ha prohibido que vaya V. E. —¿Pues cómo no ha venido él? Pronto vendrá, y por él mismo lo sabrá V. E. ¿Qué os ha dicho? Nó hay momento que perder. Ha sido toda su contestación á nuestro cariñoso saludo, cuando le hemos visto cruzando la galería con el Dr. Schorch en dirección á la salita de Orlando. —Creo que hay esperanza de salvarle, amigo mio —Dijo David echando los brazos al cuello del General y abrazándose mutua- mente con efusión de cariño. —Hijo mio... gritaba y repetía el (re- neral. Martina salía ya de la alcoba de su hijo diciendo en voz alta á Hereford que podía entrar ya cuaudo quisiera la señora... A la puerta del salón se detuvo sorprendida encontrando á la religiosa en lugar del General. —¡Ah!... exclamó cambiando el alemán por el francés. —¿sois vos la señora enfermera que acompañará á mi hija Raquel? La religiosa, que era hija de una de las más nobles familias de París, que había renunciado los más brillantes partidos, y hubiera despreciado igualmente una diadema de princesa por la pobre y blanca toca de Hermana de caridad, se levantó, é inclinándose de la manera más cortés, para saludar á la señora, le contestó:en alemán correcto, que estaba á las órdenes de $. S. y al servicio de su querida hija. Martina le agradeció con una sonrisa la atención por el cambio de lengua y advirtiéndole —advertencia hija de su preocupación que esperaba se contendría dentro de los límites de la prudencia, le hizo seña para que la siguiera á la habitación de Raquel. Nada temúis, señora, —dijo aún en el pasillo del tránsito volviéndose á la religiosa—nada temáis ni por vos ni por vuestra familia. Mi hija no padece enfermedad contagiosa. Sólo está abatida y hondamente afectada por la desgracia...-——Raquel...—dijo entrando y acercán- dose á la cama—mira á la señora que viene á hablarte de Orlando. Posee el alemán perfectamente, y es muy amable y distinguida. Us la presento, La religiosa vió bajo un dosel azul turquí, y entre batistas, holandas y encajes de Bruselas, una linda figura de cera.

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