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A Novela histórica 181 j i ] ¡ 5 Y como Orlando no tocase el timbre, sino que él mismo se sa- | lía para dar el aviso por tener ocasión de dejar fuera los diarios, Í ella le llamó é hizo un violentísimo esfuerzo para levantarse y se- | guirle. Orlando retrocedió preguntándole ¿qué tienes, qué quieres? —Los diarios. —Nada dicen de tí. —Léemelo todo. Orlando no tuvo más remedio que abreviar, saltar y venir á los partes telegráficos donde estaba la noticia, por más que él quería aburrirla antes. SAT Con gran cuidado omitió el comentario: «El criminal merece todo el rigor dela ley». Y aquellos epígrafes de «Crimen sacrile- g0», «Crimen misterioso», porque el estado psicológico de Raquel no era el más á propósito para apreciar la gravedad del caso. Cuando Orlando leyó, que un mendigo... hizo un movimiento ella de sorpresa desagradable; cuando leyó, una anciana... sonrió amargamente. ACT poor —Era yo —decía con énfasis—era yo con este puñal—y se echa- ba la mano á la cintura, á las bolsas, para encontrar lo que Orlan- do tenía ya guardado. -Pero ¿eras tú, por tí misma? —Yo, yo misma era. Pero si no lo encuentro.—Y metía la ma- no debajo la almohada y tanteaba la ropa buscando por toda la A y 0 cama.—¡Ah! dame la bolsa de viaje. b —Pero si tú no eres anciana, ni de cabellera blanca, sino joven b y rubia. ¿Cómo has de ser tú? , —Yo, yo misma era. Raquel, después de mucho buscar encontró algo, y sacó de en- ; tre el abrigo y la falda una peluca blanquísima como lana nívea y bastante larga. Era la cabellera que denunciaban los diarios por confesión de la monja. Se la tiró á Orlando como moJestada por su incredulidad, y se puso á historiar su crimen que ella defendía co- mo gloria personal que quisieran arrebatarle después que tanto le costara, Ella había salido de Berlín para N... con intención de matar á la papista infame, puesta por ella misma para cuidarle á fin de quitar de su presencia á Sor Francisca que le inspiraba celos. Quería matarla porque sabía que le había engañado hasta el