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Novela histórica 177 Ya encontró alli 4 varios huéspedes más madrugadores, pero que habían pasado mejor noche que él. Ellos leían algunos de los diarios nuevos, pero casi todos los que por alli había eran atrasa- dos. De todos necesitaba Orlando, y no se atrevía á tocar ni uno. Todo movimiento por su parte en ese sentido, le parecía la re- velación de un crimen. Se abstuvo de preguntar, aparentando fijarse sólo en lo positivo que tenía delante, cuando en realidad, ninguna gana de desayunar tenía. Quiso ir á la sala de lectura, donde probablemente habría más periódicos atrasados, y tampoco lo hizo por temor de que alguna impresión se le trasluciera. Dió orden al que le sirvió el desayuno, que llevase 4 su habitación dentro de media hora un buen vaso de leche para una señora en- ferma; y se retiró sin enterarse de nada, pero azuzado más y más por su interés é incertidumbre. ¿Cómo no han de sospechar aquí —decía Orlando—cuando cual- quier diario traiga la noticia con detalles, si ya anoche esta infeliz llamaría la atención con su extraña presencia y á tales horas? Raquel no despertaba, y hasta parecía dormir ya tranquila. Recibió el vaso de leche, y lo dejó en la mesa por no despertar á su hermana. Llegó la hora del almuerzo. Tenía realmente ver- dadero deseo y verdadero miedo de tal hora, pues si algun perió- dico decía algo referente á su preocupación, por fuerza tendría que oirlo, leer ó referir y comentar. Después de mucho dudar se resolvió á ir, y realmente oyó aun- que de lejos, palabras referentes al caso. Haciendo del hambriento y de quien sólo se cuidaba del al- muerzo, aplicaba oído y atención á los que hablaban relatando y comentando lo que el diario decía en telegramas de última hora. Como de repente y por descuido se hubiese cortado con el cu- chillo mondando una fruta, así sintió una desagradable impresión al oír á un comensal que decía ¿qué se habría propuesto ese men- digo colérico al asesinar de ese modo á una monja inofensiva? —Pero ¿ha leído V. mendigo?—le replicó otro lector. —Si; creo que dice mendigo. A ver—y tomó otra vez el diario —á no ser que me equivoque ó haya error de imprenta, —Se lo hago observar á V. porque este otro periódico dice que el criminal es una anciana. —Si, vea V., dice mendigo. Querrá decir mendiga. 12

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