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IAE 174 Equivocación. . —Es sangre de tu sangre... He dado muerte á tu esposa. —¿A mi esposa?—repetía Orlando presa de la más grande im- presión. —A tu esposa, sí; no disimules más. A tu esposa, á Sor Leona. —¿A Sor Leona?... ¡Gran Dios! ¿qué has hecho?... Orlando se dejó caer en un sillón como herido por un rayo. Hacía un mes justo que ella le había dicho adiós para volverse á Bayona, habiendo tenido antes los dos una conferencia intima con el Cardenal. Las palabras de Raquel le habían anonadado y un llanto amargo y copioso puso en guardia á varios camareros del hotel. Raquel, en cuya boca se dibujaba la amarguisima sonrisa de un condenado, la sonrisa de un triunfo satánico, empezó á tem- blar oyendo á Orlando, su respiración se hacía cada instaute más anhelosa y no podía llorar y desahogarse. Estaba aún con el pu- fñial en la mano, y lo dejó caer sobre el mosáico. Al sentir pasos de algún camarero que se acercaba y tocaba la puerta, Orlando se levantó apresurado y cerró diciendo desde dentro que era una mala noticia, una desgracia de familia. Y así impidió que viesen á Raquel con el puñal á sus pies. —Esta misma noche, Raquel, ahora mismo, y si no hay lugar, mañana á primera hora telegrafiaré á Berlín para calmar sus an- gustias, diciéndoles que ya estás aquí. Que vengan por ti, ó te llevaré mañana yo mismo. —No lo hagas, Orlando. —Lo haré, lo haré. No tengo más remedio, debo hacerlo; ade- más lo prometí bajo mi palabra de honor. Si tú me denuncias á casa, yo me denunciaré á la justicia. Yo pagaré en un presidio el castigo de mi crimen; pero tu llevarás toda la vida en tu conciencia el remordimiento como castigo por tu falta de silencio. Orlando se apresuró á recoger el puñal del suelo y quitarle de la mano la vaina para ocultar aquel objeto tinto en verdadera sangre de su sangre. Raquel, al notarlo defendió la vaina y quiso arrebatarle también el puñal, diciéndole: —No, no. No lo envaines todavía... —¿Qué piensas, Raquel? ¿qué quieres con este puñal? ¿quieres matarte? ¿quieres morir? —Tú, tú primero si no has de ser mío: después yo.
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