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on E o ¿CM CD CD ECN CD CN PARO o ATACA CAPÍTULO XII Sangre de su sangre os días pasaban aumentando la intranquilidad en el Palacio Bamberg. Orlando no telegrafiaba; escribía sí en todos los co- rreos pidiendo noticias á quien ignoraba lo mismo que él. Por fin hubo noticias de Raquel, á los diez y seis días de su des- aparición de Berlín; y fué Orlando quien las tuvo primero. Y con qué detalles ¡Dios santo! y á qué horas y en qué circuns- tancias. ¡Qué lejos estaba Orlando de pensar que á hora tan intempes- tiva de la noche tendría que recibirla! Acababa de acostarse, muy tarde. Aún ardía en la palmatoria la última cerilla con que prendiera el último cigarro para dormir- se cuando le anunciaron que una pobre suplicaba con toda urgen- cia estar con él. Alguna vergonzante cargada de familia—pensó Orlando al oir la palabra, pobre—y alargóel brazo, tomó el chaleco y sacando de una cartera un billete de 10 francos lo entregó al camarero, di- ciendo: creo será limosna lo que necesita pidiendo á estas horas. No era la primera que Orlando hacía, pero sí era la primera vez que venían á buscarla á casa. Al entregarle se quedó en la cama medio recostado, con el codo en la almohada y la cabeza en la mano, fijando al mismo tiempo su atención á los pasos del ca- marero por si regresaba. Y el camarero regresó sin el billete. La pobre le había dicho que necesitaba hablar con él urgentemente.
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