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Novela histórica 165 Así lo comunicó y certificó David á Martina, al General y al Duque. Misterios de la naturaleza. Tan pronto como Martina oyó con todas las seguridades que Raquel no estaba allí, empezó á pregun- tar si habían mirado bien, si sería necesario volver y bajar otra vez, y hasta lanzó la idea de agotar el pozo, ella que contra todas las apariencias había asegurado á todos contra la opinión de todos, que su corazón de madre y su conocimiento, le gritaban muy alto que allí no estaba Raquel. —No está, Martina; te lo aseguro que el pozo ha sido tan bien registrado como puede ser registrado este comedor. —No está. Ya lo oye General, ya lo oye Duque.—Decía Mar- tina como sacudiendo una pesadilla momentánea y volviendo á su primitivo sentir y discurrir.—No está; mi hija está camino de Fran- cia, estará luego con Orlando. Y todo ese simulacro de suicidio, no es sino una estratagema, un despistarnos para que le demos tiempo de llegar á N... sin telegramas á los Jefes de Estación que la detengan en el camino. El Duque, al oir el nombre de Orlando y que con tanto aplomo aseguraba Martina que allí estaría Raquel, tuvo un sentimiento de odio reconcentrado; y por más que lo disimuló, se dejó dominar de él contra Orlando, pues no le cabía ninguna duda que ambos aman- tes se habían entendido para burlarle á él con esa fuga, dejándole en ciernes el matrimonio. Pues si bien Raquel y Orlando ya no podían casarse, nada extraño era que á Orlando acudiese Raquel en demanda de auxilio contra lo que juzgaba imposición violenta de sus padres. —Pues si Raquel está, ó estará ya luego con Orlando—contes- taba á Martina, David —no hay para qué inquietarse más. Ante todo conviene que de casa no salga una palabra de todo lo sucedido; y hoy mismo, esta noche misma en el tren de las diez, que salga el ca- jero con un pliego cerrado para Orlando exigiéndole que nos certi- fique para nuestra tranquilidad la llegada de Raquel. Más breve fuera un parte telegráfico; pero debemos tener calma y no alborotar. Todos se conformaron. —Juzgo además—continuó Bamberg--que debemos pedir mil perdones al señor Duque por este involuntario disgusto que de nosotros ha recibido... az

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