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ii ME DAT MAATTI jc A FRE TT ia FL il AM 164 Equivocación... —No, no, no.—Decía.—Mi corazón de madre y el conocimien- to que tengo de ella, me gritan que no está ahí mi hija, ni hubiera tomado el veneno aunque se lo hubieras dado. Mi hija está camino de Francia. Y lanzó una estrepitosa carcajada. Todos la creyeron ya rematadamente loca, y unos á otros se miraban. Pero ella hablaba muy convencida, y no opuso resistencia nin- guna ya á que se la llevase á Palacio. David entre tanto arreglaba con los sirvientes cuál de ellos bajaría al pozo para examinar el fondo. ajó el guardabosque. Le dieron una caña altísima para tan- tear, y á los dos minutos se detuvo mirando muy angustiado arriba, sin saber en quien fijar su triste mirada, de todos los que mirando abajo estaban alrededor en el brocal del pozo. Todos le entendieron. No obstante gritó «aquí está la señorita». Si alguno no había aún llorado lo hizo entonces, echándose todos el pañuelo á los ojos por no verse unos á otros. David se esforzaba por dejar oir al guardabosque, que acaso era cieno del fondo, ó podía ser piedra, ó hierba. Que tantease y sondease bien á ver si era movible lo que tocaba, y si se entut- biaba la superficie. El peón había bajado al pozo con la preocupación de que allí estaba su señorita, y hasta la más íntima convicción; por eso á la primera dificultad que halló la caña, ya dió el aviso. Sin haber entendido á Bamberg lo que le decía, hizo seña para que le subie- sen, pues le fatigaba la respiración. Ya arriba, dijo que última- mente le parecía que en el fondo no había nada. Bajó otro con menos prevención y se convenció y convenció á todos de que allí no estaba, pues con el extremo de la caña había recorrido el fondo en todas direcciones, y no había encontrado ya ninguna dificultad, porque las primeras dificultades que se encontraban eran todo cieno, y se resolvían quedando el agua muy sucia y con mucha fetidez. Que no se podía estar mucho tiempo abajo. Ya se retiraban convencidos de que Raquel no estaba en el pozo, y todavía Bamberg hizo que volviesen y. que bajase un tercero. Tampoco encontró nada. Indudablemente, Raquel no estaba alli.

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