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9 Equivocación... Mi General —decía la Superiora—siento vuestros infortunios, y agradezco los propósitos que me demostráis de favorecernos cuanto de vuestra autoridad dependa. Ya por mi parte por obliga- ción y gratitud estoy dispuesta á servirle con todas las fuerzas de la Comunidad. No tema, pues, V. E. molestarnos. Por ahora le en- vío la Hermana á tenor de su petición y según las cualidades que me indica; y hónreme volviendo á pedir, si esa señorita ó la mamá, 6 V. E. alguna otra necesita. He recibido refuerzo personal de Bayona. De V. E. servidora en Jesucristo. San Simona, Supe- riora del H. M. La Superiora había tenido que vencer alguna repugnancia para enviarle esa hermana. Era la primera vez que salía. Llamó á las Madres del consejo, les leyó la carta del General, y después de breve discusión sobre las conveniencias y dificultades, deter- minaron enviarla, Mira, Martina, —dijo el General con la carta aún en la mano. —Como aquí no tenemos aun conocidos, y menos amigos, sen- tiria molestaros, pero me he tomado la libertad de pedir á la Su- periora del Hospital militar una enfermera de tales condiciones que pueda asistir y aún hacer grata compañía á Raquel. Gracias, Hereford. La verdad es que me temo por esa des- eraciada hija.—¿Raquel ha visto alguna vez?..... —Las monjas, las señoras que cuidan aquí á los enfermos. Martina no pudo reprimir un movimiento desagradable de sor- presa, pero no queriendo oponerse directamente al General, y con intención de despedirla luego, le contestó muy contrariada:—No. Ni yo tampoco. Pero habrá leído; como yo, la exageración de esas mujeres papistas, la astucia, la hipocresia y la maldad de co- —¡Oh! nada temáis, Martina. No tendréis sino motivos de gra- titud para todos sus servicios. También cuidan á nuestro hijo. Y si os fijáis en su puleritud, educación, caridad, inteligencia y de- licadeza, preferiréis, os lo aseguro, una papista, á tres de nues- tros enfermeros ó enfermeras. Id, prevenid antes á Raquel en su favor. Os lo ruego. El General en tanto tocaba el timbre y daba orden para que entrase la Hermana de la caridad. Los dos se saludaron con una

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