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_ a > TS Novela histórica 155 Como un botón de fuego aplicado á la frente, así llevaba Ra- quel impresa en la imaginación la palabra ardiente pronunciada por la adivina. Qué quería decir con ella, era bien claro. Guerra á muerte á la papista, esposa de Orlando. El paseo fué breve, brevísimo, mucho más de lo que se había propuesto, pues aquella palabra le inquietaba, le atormentaba, le incendiaba sin dejarle momento de reposo. Todas las resistencias naturales que al principio le opuso, fue- ron cediendo, y pronto la idea se encarnó é identificó con ella hasta el punto de no inquietarla ya la palabra de fuego, sino la tardanza en convertirla en obra incendiaria. Dos días después estaba el joven Duque citado para la pri- mera entrevista con Raquel en el palacio Bamberg, donde Mar- tina y David le habían invitado á un almuerzo intimo de familia. La tarde anterior al banquete, Martina se presentó á su hija con el original vestido y con todas las joyas y aderezos que debían adornarla hasta ponerla deslumbradora. Raquel recibió á su mamá con excitación y con indiferencia. —Tu papá está contentísimo—le dijo—ya conoce al Duque Norfolk y está enamoradísimo de él. Yo, yo, hija mía, sólo puedo decirte que es digno de tí en todos conceptos, y sólo esperamos tu beneplácito para tratar ya formalmente con su nobilísima familia. Te portarás con él cual corresponde, y según los descos de tus papás que sólo quiefen tu felicidad. El almuerzo es mañana mismo á las diez. Ya á las ocho entrarán tus doncellas á vestirte. Aquí te queda esto. Vamos ahora á cenar, pues tu papá espera ya á la mesa. Des- pués podrás hacerte cargo y fijarte bien despacio, qué en arte y riqueza representan esas joyas. Raquel, sin contestar nada, sin dirigir una mirada siquiera al vano vestido ni á los estuches que contenían las alhajas, salió de- lante de su mamá al comedor. Besó á su papá según costumbre, cenó muy poco, habló menos Lo mismo fuera extender la mano, ó extender las cartas. Después de sonsacar cuatro, seis, ocho noticias, es fácil á la astuta explotadora reasumirlo todo en una frase, como quien hace de los números una suma total. Tan fácil era á Sara figurar convertida en sangre una vasija de agua, como descargar sobre sí el reflector encarnado y aparecer rojo su vestido blanco.
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