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CAPÍTULO X Una adivina que lo sabe todo sin preguntar nada A Martina tenía prevenida, pero no convencida á Ra- quel. E ayi La lucha sostenida con su hija para disuadirla de Orlando é inclinar su ánimo á favor del Duque, fué todavía más acalorada que la sostenida con su hijo para que dejase el papismo. Martina quedó horriblemente escandalizada viendo que á Ra- quel no movía ni la probable muerte de su padre, ni la pérdida de intereses. Le habló de la perversión en que había caido Orlando haciéndose papista, y como Raquel contestase, eso nada me impor- ta, se atrevió á llamar impía á su hija, y peor que Orlando, pues lo que éste abrazaba erróncamente teniéndolo por bueno en un momento de obcecación, á ella, teniendo la fe pura, no le importa- ba, le era indiferente. Empleó Martina todos los medios y todos los recursos de lar amenaza, de la caricia, de la promesa, para obtener de su hija que recibiese al Duque en visita privada y amistosa después de la presentación á su papá. Raquel contestó redondamente que no, que no, y que no quería verle ni aún por pura cortesía en la recep- ción que le hiciera su padre. Mucho costó á Martina echar mano del último recurso, pues preveía los efectos, pero no hubo más remedio que acudir á él ante la obstinada resistencia de su hija. —Has de saber que te espera un disgusto soberano si no acep- tas y pronto por esposo á Sir Enrique, Duque de Norfolk.—-Le dijo con mucha calma y sangre fría.

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