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Novela histórica muerte.—Sin embargo, mi General, la vida vale más que la mano y el brazo. Así diciendo se acercaban General y ayudante á la ambulancia donde estaba Orlando con otros muchos heridos. Pro- fundo fué el dolor del General ante aquel cuadro de ayes de la- mentos y de sangre. Sin pronunciar palabra, pero notándosele que quería levantar sus ojos al cielo, contempló breves instantes á aquel hijo querido, envendado, desfigurado, moribundo y sin cono- cimiento. El Dr. Schorch mandó poner en marcha la Ambulancia en dirección á la Ciudad. Las tropas entretanto se formaban. Poco después, el General Hereford las entraba triunfantes y 0Z08as en la plaza, llevando él su corazón transido de pena. Casi á la misma hora corrían ya por Berlín las más contradictorias noticias, y en todos sentidos exageradas como sucede siempre. Que el General Hereford había sido muerto en una emboscada desde el principio del asalto. Que no; que era su hijo. Que sí; que eran los dos. Que ha- bía una derrota, que había una victoria. Todo esto á la vez corria y crecía de boca en boca, queriendo cada uno dar á la noticia toda la infalibilidad de la certeza según la última hora. Los vendedores de hojas volantes se veían asaltados, y se les arrebataban los pa- peles sin darles tiempo á cobrar. El mismo Rey Guillermo no sabía á qué atenerse. Bismarck escuchaba todo y no hablaba nada. Le parecía imposible una derrota con aquel General Hereford que cua- tro años antes, en el 66, tan famoso había hecho 'su nombre en la guerra con Austria, dejando tan alta la bandera alemana en Sa- dowa. El parte oficial vino á calmar todas las ansiedades. «Después de un ataque inesperado y al parecer á la desesperada, hemos entrado en la Ciudad de N, á las tres de la tarde. Pérdidas bastan- tes. Mi hijo gravísimo, por salvarme á mi. Hereford.» —¿No había muerto pues el General ni se había dispersado el ejército ni había sufrido una emboscada? Aparte la pena que causó la desgracia del joven Capitán conocido y estimado en todas par- tes, la Ciudad dominada por una sola noticia, la del triunfo, se en- tregó á las locuras de la excesiva alegría. Una familia sobre todo las demás, se sentía agitada, indecisa y confusa. La opulenta fa- milia Bamberg, padre, madre é hija. Al saber por primera noticia la muerte de Orlando, su consternación fué sin limites. Ahora que

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