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132 Equivocación... —Pero mamá, ¿por qué huyes? ¿qué temes de mi conversación ni de mi trato?—le dijo ya más en concreto Orlando. —No es por tí, hijo mio, no es por tí. Es por el veneno del pa- pismo, que han inoculado en tí los perversos; y mientras no lo purifiques con la fe pura que aborrece á esa doctrina romana, temo hasta el aliento de tus palabras, no sólo de tu conversación. —Pero eso, auuque así sea, no te ha de hacer daño á tí. —$i, hijo mío. Debemos guardarnos de ese fermento venenoso ¡ evitando en cuanto sea posible el trato. Así nos lo aconseja Mar- cos en su Evangelio, c. VII y Mateo en el suyo, e. XVI. Pero mamá, exageras. Sé razonable y justa. Te has unido en matrimonio con papá David siendo judío ¿y temes más mi trato porque ya no soy luterano sino católico? No ereo que mis -pala- bras, mis pensamientos, ni mis obras sean peores ahora siendo ca- tólico. Y en cuanto á fe, mamá, creo todo lo bueno que creía, creo más de lo que creía y creo rectificadas algunas cosas mal creídas. Martina, muy sorprendida del casi repentino trastorno mental que el papismo habia operado en las ideas de Orlando, hasta el punto de atreverse á comparar el despreciable papismo con nin- gún judío, cuanto menos con su marido, le opuso. —¿Papá David? es mejor que tú y hasta mejor que yo, pues aborrece aun más que yo el papismo. Y asi como de entre los pa- ñl ¡ ll 1 pistas, muchos, muchísimos, á miles, á millones, desengañados y pervertidos hasta la médula por su corruptora doctrina, vuelven á nuestro sagrado rito para regenerarso, y sólo algún engañado desequilibrado de los nuestros pasa al romanismo, dime tú, ¿cuán- III A nd do un judío abraza para nada el papismo? — — ERA y PSC de AE MA TE, —¡Oh! mamá. Con eso sólo me pruebas, que á juicio tuyo me- jor es el judaismo. —Y lo es. — ¿Por qué, pues, no te haces judía? -Porque es mejor el luteranismo; aunque yo sea mala luterana por falta de esa fe fervorosisima que por sí sola santifica y salva. Pero siempre resultará que el judaismo y cualquier cosa es mejor que el papismo romano. —De modo que el papismo romano, ó sea el catolicismo, es lo peor imaginable; y su doctrina, naturalmente, hace á los hombres que la practican, por consecuencia lógica, los más perversos.
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