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le did a e pr A ante a A a O AM ME MN ER 1830 Equivocación... Al final del salón, al lado de una mesa muy elevada, cubierta de raso negro, se levantaban tres altos sillones coronados por unos buhos de talla gigantesca. En aquellos sillones se veían tres enmascarados vestidos de púrpura. Cuando Hereford, en su indeciso, trémulo y lento paso se acer- caba al túmulo, á un sonido finísimo de la campanilla agitada por el Presidente, del.sataud salió esta voz que decía: —Soy un traidor...— todos los enmascarados se levantaron des- envainando la espada—que por culpa mía, continuaba la voz— héme hecho reo de alta traición contra esta venerable Logia, que sacándome de mi vileza me dió un gran nombre. He faltado á uno de mis sagrados juramentos. La voz calló. Todo parecía encantado. Reinaba el silencio de las tumbas. A una tenuísima vibración de argentina campanilla, se levantó el Presidente en medio de la mayor expectación, y dijo: —Por tanto, os queda, traidor, tres cosas, según nuestras le- Aa yes: 1.* convertir á vuestro hijo al buen camino. (1) 2.* la fuerte indemnización á favor de esta venerable Logia traicionada; y la tercera... la tercera, General, afecta á vuestra vida. Todas aquellas aparentes estatuas, que no eran sino los miem- bros mas ilustres y perversos de aquella condenada logia masó- nica, entre los cuales también estaba Bamberg por obligación y hubiera estado Schorch de hallarse en Berlín, en señal de asenti- miento á lo dicho por el Presidente, dirigieron la punta de su espa- da hacia el reo indicándole con esto que ellos cumplirian si él no cumplía. El General estaba como se puede suponer. Sin tiempo para decir que no sabía de qué se trataba, sin tiem- po para alegar ignorancia absoluta del caso, puesto que ya en la primera cosa segun ordenanza, le culpaban €: indicaban que su PE TA hijo había apostatado del sagrado rito luterano para entrar en la Iglesia Romana, sin tiempo para excusarse de ser culpable y ni siquiera estar enterado de ello ni sospecharlo, un enmascarado se E le acercó, le habló una sola palabra al oido, que le hizo temblar más (1) O sea hacerle apostatar del catolicismo que había abrazado.

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