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Novela histórica 121 ira, una mirada de angustia, ¿pero una mirada de indiferencia? no se la explicaba Orlando. Martina quiso la breve conferencia que antecede, no por la realización del matrimonio de Orlando con Raquel, sueño de todos toda la vida, pues no lo quería ya desde que se había pervertido con la papista, y pervertido con la peor de todas las perversiones, el papismo, y sólo en el caso de retractarse de él arreglaría ella todo para entregarle su hija. Pero eso no sucedería sin un milagro de Dios; por tanto, no había que pensar en ello, ni en deshacer el matrimonio, cosa tan fácil á su juicio. Quiso, sí, la conferencia, para el pleno convencimiento de lo que ya sabía, que por una abe- rración inconcebible Orlando se había casado con aquella chata y morruda papista; y para su gobierno, obrando dentro y fuera de casa como mejor le conviniera. Tornó luego la pluma, y con ánimo de volverse luego á Berlín con Orlando ó sin él, escribió la siguiente carta: «Inglaterra. Est. Sir Enrique Duque de Norfolk. NORWICH. Milord: Vuestra carta ha llegado llena de razón para vos, de oportunidad. Orlando no murió en el campo, pero ¿os diré que hubiera sido mejor? Contadlo muerto para mí, pero de muerte tal, que dudo re- sucite en ella. No es exclusivamente de mi incumbencia, como Dayid os con- testó, el resolver á nuestra satisfacción vuestro deseo, pues bien deberá intervenir en él Raquel; pero sí puedo aseguraros y ofre- ceros mi benevolencia y protección, y 4 mi trabajo en ese sentido debéis atribuir mi tardanza en contestaros. Seréis recibido en el Palacio Bamberg, Berlín, cuando tengáis el gusto de visitarnos. Yo muy pronto estaré allí de regreso. Martina de Bambery.» Nada excita tanto la pasión como un rival que se oponga á que sea satisfecha —pensó á sus solas Martina —si ese Duque no se me ofreciera, á ese: ó á otro lo buscara yo. Es la hora de despertar á ese corazón dormido, que después del sueño sólo ha despertado para la perversión. Behring anunciaba un cambio; pero su pro-