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Novela histórica 107 Ya el nuevo Guardián, econ una rápida mirada sobre la cubier- ta del libro, había leído el título, y comprendió de qué se trataba; mayormente recordando que en el verano anterior había venido también un joven así preguntando por el Padre Ignacio. —Si V. quiere—le dijo el Superior—yo me permito proponerle que tenga una conferencia con el Exemo. Señor, el Prelado de Munich. Puede V. volver á la semana próxima, y él estará ya en nuestro convento haciendo ejercicios según costumbre y carta que recibí ayer. Si tanto os interesa, y os es grato, yo me permito acon- sejaros le visitéis, pues encontraréis en él un P. Ignacio. Orlando tuvo también el primer pensamiento de dar las gra- cias sin aceptarlo, pero ya que había dejado á toda la Comunidad, le pareció mal y contestó que sí, que se vería con él. Ya el estudioso joven habia leido con rectitud de corazón lu- chando con su fe, con su inteligencia, con su razón y criterio, para leer sin prevenciones, Había adelantado ya loque se llama un paso; nada más que un paso, pero quería darlo y demostrarlo. De noche también tuvo una larga conferencia con S. E. I. y encare- cidamente le rogó que le bautizase. El Prélado le confirmó tam- bién, después de bautizado sub conditione. Orlan lo no tenía fuer- zas todavía para nada más, y sobre todo para nada público. Todo lo que había sufrido y vencido en su interior, se le oponía ahora en el exterior como invencible, y le hacía temblar en sí mismo, en su casa y en el mundo. Hijo mío,—le decía el Obispo para animarle—siento tener que recordaros, que Jesucristo se avergonzaría de confesar por suyo delante de su Padre en el cielo, al que en la tierra se aver- gtenza de confesarle 4 El delante de los hombres. De veras que Orlando estaba convencido, no sólo porque la verdad habia triunfado del error en su frente, sino porque recono- cía debía dejar en paz á la infiel Duquesa Palmira. Pero hacer ese tránsito del Protestantismo al Catolicismo, era conversión ruidosa, externa, y no tener fuerzas para apartarse del vicio, le parecia monstruoso. Para eso menos deshonroso le pare- cía 4 él quedarse protestante que convertirse á medias. -—No me atrevo, Excmo. Señor; y estoy plenamente convenci- do, pero no me atrevo. —Pensad que la cobardía hubiese impedido subir á los altares
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