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DS A a oa a AAA Me ADA 104 Equivocación... católicos les diría ¡ea, señores! os condenáis mintiendo como bella- cos y engañando al mundo. Decid la verdad, nada perdercis. Negad el purgatorio; el protestantismo, amante y premiador de la verdad, es más rico materialmente que la Iglesia católica, y sobre todo, servís á Dios y al prójimo diciendo la verdad, cuyos ministros sois. ¿Qué os parece? Creo me habéis mostrado también vuestra repugnancia de que la Iglesia llame á María... —Si, padre. De que llame á una mujer, Vigen y Madre. Cierto, hijo mío, que los dos términos á la vez, en:una misma mujer, es cosa que supera á la razón, y la razón sola, sólo halla la impogibilidad. ¿Pero, no véis que no es Virgen y Madre como sue- na en las demás? Habéis de ver en la sagrada Biblia que no es ma- dre como las otras madres, de un simple hombre, sino de hombre que á la vez es Dios; que ella misma afirma en la Biblia para nuestra inteligencia que no conoce rázón; que para Dios no hay nada imposible; que no se necesitó más que la carne y sangre de esa Virgen purísima, pues eso bastaba con la virtud de Dios, que así lo quería y á su Omnipotencia nada se opone. ¿Necesitaréis que os recuerde y comente esa página del Evangelio, tan sencilla como profunda y sublime? Recogida en el retiro de Nazaret se halla María. Aparece el Arcángel y en nombre de quien le envía la saluda: «Dios te salve, el Señor te ha escogido para Madre suya.» Se turba la purísima y humilde doncella que no se creía digna de servir á la gran Señora que hubiese de ser madre de Dios.—Díme, —observa la llena de gracia—¿de qué modo será esto? «quomodo fiet istud.» La Virgen no duda; prudentísima, pregunta sólo el modo. De qué modo ser: hecha madre? No será por virtud de varón, puesto que en ese sen- tido ni aun á mi esposo conozco. ¿Ves con qué razón se sorprendió después José, no sabiendo por qué su esposa había de estar así? No: no temas nada de varón, le respondió el enviado divino. Si tú quieres, con la misma naturalidad con que Dios tomó lodo de la tierra no amasada aún con pecado, y formó una estatua como en la materia la forma un artífice, y ereó un espírita, un alma, é in- fundiéndosela en un soplo de vida, esa estatua se levantó conver- tida en hombre, si bien nada más que hombre, pero sin necesidad de padre ni madre; ese mismo Dios para quien no hay imposible,

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