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Nueteca histórica 97 testantes divididos, y que suman ya centenares, todos pretenden lo mismo. ¿Cómo es, pues, que entre vosotros protestantes hay tantas creencias diversas como cabezas distintas? ¿Quién de vosotros tie- ne razón contra quién? ¿Y quién de vosotros decidirá con autori- dad de parte de qué secta vuestra está la razón, para que todas las demás sectas protestantes desaparezcan como irracionales? Ustedes, tan distintos todos entre sí y tan opuestos, sólo están acordes en una cosa, en atacar á la Iglesia católica, como sólo están acordes todas las obscuridades, sombras y tinieblas en oponerse á la luz. Lo que prueba que sólo la Iglesia católica tiene la razón contra todas las sectas protestantes. A no ser que quiere V. decirme que en el protestantismo cada secta tiene razón. Lo cual equivaldría á decir que en el protestantismo, en materia de religión, dos y dos son cuatro, y dos y dos no son cuatro; y que tanta razón tiene quien diga uno, como quien diga otro, pues se da en el protestantismo quien afirma que Jesucristo está real y ver- daderamente en la Sagrada Eucaristía, y quien afirma que Jesu- cristo no está real y verdaderamente en la Eucaristía. Y V. le da razón á una secta y á otra. Pero aún en esa guerra y oposición común que hacen á la Igle- sia católica son bien faltos de lógica: ¿No confiesan todos vuestros grandes Doctores, todas las sectas protestantes y el mismo Lutero, fundador del protestantismo, que pueden salvarse los fieles dentro del papismo romano? ¿Por qué, pues, lo atacan si lleva los fieles á la salvación? ¡Ah! Entre tanto todos los Doctores, santos por añadidura de la Iglesia católica romana, condenan el protestantismo en todas sus diver- sas y distintas fases ya antes de nacido, pues tienen condenado el libre examen de la Biblia, fuente de donde saca su religión cada protestante, y ni un solo Doctor admite que fuera de la comunión católica uno pueda salvarse, exceptuando el caso de invencible ignorancia. Ustedes presentan su Biblia amañada desde Lutero para con- vencerse y convencernos de que son la verdadera Iglesia cristia- na. Pero, digame, amable joven, ¿puede V. negar que cuando Jesu- cristo y los Apóstoles predicaron el Evangelio, esta Biblia en su nuevo Testamento no existía todavia?

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