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Novela histórica 95 han preferido vivir en la injusticia, en el error cómodo, en la cari- catura de la verdad, en el carnaval, contra su conciencia, contra su razón, contra su fe y contra el llamamiento de Dios. Habiendo llevado así una vida de pecado, muy á sabiendas. —Pero han tenido fe, y eso les basta para salvarse. —Yo no veo por qué no han de estar salvos con Dios en el cielo los demonios. No será por falta de fe. —Así nos o dijo nuestro enviado de Dios, Lutero. —Más fe que Lutero tenían los ángeles que se rebelaron y con- virtieron en demonios; más fe que Lutero tenian y aun tienen los demonios, y no produjo en ellos ni produce más efectos que los del orgullo, la soberbia, el temblor y el terror. Nada vivo y bueno para la vida eterna. Tampoco son necesarias para salvarse esas buenas obras, y son más bien ofensivas á Dios. ¿No hay en Jesucristo méritos super- abundantes para salvarnos á todos? Puede, pues, el hombre pecar libremente cuanto quiera; basta que tenga fe en que Dios le per- donará. —Vicente de Paúl, que fundó y alimentó tantos hospitales, re- sulta un gran criminal con vuestro principio de ofensivas á Dios, las obras buenas. Y el mayor criminal Jesucristo, que tuvo la des- gracia de hacerlo todo bien. Mil doscientos años antes de que vuestro infeliz y seductor Lutero sentase ese principio, erróneo como todos los suyos, ya San Agustin había dicho: «Dios que te hizo sin tú merecerlo, no te sal- vará sin que tú cooperes á la gracia y hagas tuyos los méritos de Jesucristo. El que Dios quisiese traernos la Redención, es un efecto de su misericordia; que nos redimiese con ciertas condiciones, es un efecto de su justicia. Y justicia y misericordia es Dios todo á la vez». Entre San Agustin, sabio y santo, y Lutero ni tan sabio ni tan santo, y cuya vida no debo recordaros para que no 0s avergon- céis, no es dudosa la elección. Valga no obstante vuestra autoridad tanto como la mía. Ni Lutero, sin embargo, ni Calvino, ni ninguno de los vuestros se han arrogado la infalibilidad; y Pedro y sus sucesores, la Iglesia católica, la proclama bien alta para que toldo el mundo lo sepa. Y muchos se la niegan y nadie la desmiente. Y la Iglesia católica ha declarado la necesidad de las buenas obras. A ÓS

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