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Novela histórica 93 del asqueroso Eugenio Sué, ó del perverso Alejandro Dumas, pa- dre é hijo. e Su actitud era angustiosa, con la boca entreabierta. Miró al cielo, miró al Guardián, y le dió esta respuesta: Si supiese que me había de tranquilizar sin leerlo, ni ese ni ningún otro acep- taría. —Si oyes la voz de Dios—le opuso el Guardián—ub quieras endurecer tu corazón, porque para tu desgracia triunfarás de Dios en tu dureza. Ya no estás en la inocencia del error invencible; en ti existe ya la lucha de la luz con las tinieblas; tu bectitud conoce- rá la verdad con el triunfo ó bien la cobardía y la pasión te deja- rán en terreno responsable, pues en último caso eres tú quien li- bérrimamente ha de decidir la batalla. Eres libre para aceptar el libro ó nó, lo mismo puedes dejár- melo en mis manos que llevártelo en las tuyas; eres libre aunque te lo lleves, para leerlo ó dejarlo de leer; eres libre para abrazar ó impugnar la verdad que conoces, quedándote con el error; pero no eres libre para dejar de conocer la verdad, y entonces, si te opones á ella, pecarás contra el Espiritu Santo. Te hallas yu en esa situación, en esa comprometida alternativa, y debes desechar la duda inquiriendo la verdad de buena fe. Cuando haya trabajado tu razón sobre todas las pasiones, y tu conciencia esté tranquila, quédate allá. Dios no te pedirá más. Orlando contestó con admirable resolución: —Acepto.—Sabien- do cuanto tendría que luchar. El Guardián buscó y puso en sus manos la incomparable obra traducida del español al alemán. El protestantismo comparado con el catolicismo, del insigne filósofo catalán. Al entregársela, el Guardián insistió, leed sin prevención ol pró y el contra, que la verdad hará lo demás en vuestro conoci- miento. Pero no basta. Reflexionar seriamente cerrando vuestros oidos á las voces de la pasión, de la carne y de la sangre, pedid también á Dios la gracia que os ilumine y persuada y fortalezca y convierta; y si como no dudo, el Señor os derriba del caballo como á Saulo, no os quejéis, decid con resolución de hacer: —Señor... ¿qué queréis que haga?... Si no, sería para vos muy duro dar coces contra el aguijón. Correr tras el error espoleado siempre por la verdad.

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