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Y2 Equivocación... Conozco cuándo es la fuerza de las pasiones la que quiere ofus- car mi razón, y la rechazo; pero cuando yo tengo razones tan poderosas contra el papismo, ¡ah! entonces se me subleva la razón y vence contra esa carta. Leed este libro de nuestro sabio profesor Harlees que llama á la Iglesia romana, prostituta babilónica. —Lo he leído, le contestó el Guardián sin tomarle de las ma- IU AA E nos el libro que le ofrecía Orlando. Mamá Bamberg, que dice aborrece al papismo tanto como le | conoce, al regalarme este libro llamó la atención sobre este deseo— | buscaba la página—que aquí expone el sapientísimo autor «pida- mos al Señor que aniquile con el omnipotente soplo de su boca una de institución (el papado) que corrompe y pierde las almas.» Y padre s mío, ha sido esa la plegaria que con todo mi corazón, y toda mi 4 vida, he dirigido mañana y tarde al cielo, pues creía merecer la | gloria con sólo eso. —Comprendo, hijo: mio, la rectitud de vuestra alma; pero El ereedme, el autor de ese libro es un ciego apasionado, por no de- E ciros un loco furioso, sin más razón contra la Iglesia romana, que su odio furibundo. Más si queréis que yo siga creyendo en vuestra rectitud, no me negaréis el favor de recibir otro libro que yo 08 daré, obra del inmortal Balmes, que ha eserito con la razón y sin pásión. ¿Os deberé el reconocimiento de que me lo aceptéis por vuestro bien, dándome palabra de que lo leeréis? Orlando midió de un solo golpe de vista la terrible batalla que iba á librarse en su frente entre la verdad intransigente y el aco- modativo error. —Es el único medio que yo veo para que tranquilamente y muy despacio podáis ver resueltas todas vuestras dudas, ya que por conferencias personales ó epistorales me decis que no podéis. Juando queráis podéis acudir al libro, os lo podéis guardar, y no tenéis el inconveniente de venir de día ni de noche, ni expone- ros á que vuestra mamá ni nadie se aperciba de tantas visitas ó cartas y acaso del contenido de alguna. El libro, aunque sea des- cubierto, os queda el recurso de despreciarlo exteriormente, si es necesario evitar un conflicto. ¿Lo aceptáis? Orlando reflexionó un instante. En la gran rectitud de su alma temía dejar el protestantismo, temía leer contra él, como teme la ; i más modesta doncella ante una novela del deshonesto Emilio Zola,

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