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LA A o 86 Equivocación.. Lo siguiente es todo lo sucedido, Orlando es ya papista con mengua de toda la familia y de todos sus antepasados. La enfer- mera le ha sugestionado, fascinado, hechizado. Le domina, le cau- tiva; tal imperio tiene y ejerce sobre él, que ya no es lo que era; y se supone que á fuerza de violencias ó engaños primero, pero ya con la mayor naturalidad, es lo que no era. ¿Qué se ha propuesto con eso la papista? Es fácil comprender- lo. Me consta, que unas, después de cuatro años, otras, después de más ó menos tiempo, pueden casarse dejando su vil estado. Deduz- ca ahora $. S. Orlando es ya suyo en cuerpo y alma. Creo que adorará al Papa de Roma el día en que la astuta papista se lo proponga. Si le manda levantarse se levanta, si le manda acostarse se acuesta. Ha recibido la visita del que llaman Cardenal, sólo, sólo por- que ella se lo ha exigido. Fuí una mañana á la visita y le oí de- cir al Coronel Orlando dirigiéndose á ella, que la amaba con to- do su corazón, con toda su alma, poniendo á Dios por testigo. Volví por la tarde y estaban en conferencia con él, el Cardenal y ella. Esto es horrible, pero ¿por qué no he de decírselo? Me dijeron que se estaba confesando. ¡Imposible! pensaba yo para mí. Pero por si alguna duda queda, sepa que le han hecho comer también su Comunión. Urge su presencia en ésta, ó que su papá disponga antes que le obliguen al último golpe. Y digo antes que le obliguen, por si acaso es tiempo todavía de evitarlo, pues nada extraño sería que ya estuviese dado. A mi me dijeron en la sala que Orlando se esta- ba confesando. No lo niego: y ahora lo sé de cierto, Pero ¿cómo se entiende esto? ¿Eran pecados de los dos lo que decían al Cardenal? Porque me consta que estaba también con ellos la enfermera. Para mi, están ya casados en secreto. Tienen la edad, no necesi- tan el consentimiento de sus padres, á Orlando le habrán hecho pasar hasta por encima de las consideraciones que como militares debemos á nuestro Rey, y estas papistas, cuando les conviene, rom- pen sus compromisos, ó con dinero buscan quien se los dispense, y Orlando, aunque le desherede su padre, tiene más que de sobra con las herencias de su mamá y de su tío.
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