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quitarle todo su mérito, basta mudar los acen- tos, aun cuando se conserve rigurosamente el número de sílabas. EJEMPLO: Solo Tú, sacro y eterno río, oye El son mustio y grave de mi lamento. Y en tu grande crecimiento confuso Mezcla el llanto mío en el ponto inmenso, ¡Qué inmensa diferencia entre el prímer cuarteto y el segundo! Resulta de lo dicho que el acento es tan esencial al verso, como el número de sílabas. He aquí las reglas que se dan para su buena colocación. Los versos cuatrisílabos quieren el acento en la 1.* y 3." Los de cinco silabas en la 1.* y 4*., aunque el de la 1.* puede tras- ladarse á la 2.* Los de seisen la 1.* y 5”., aungue el de la 1.* es tambien variable. Los de siete, ocho, nueve y diez no tienen regla fija, pero se observa que en los de siete sí- labas los más sonoros son aquellos que lle- van el acento en las sílabas pares. El ende- casílabo común no tiene tampoco regla fija más que en la sexta, excepto el caso en que sea sáfico, que entonces lo pide en la primera, cuarta y octava:

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