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TIA ETA A A una misma linea, como puede observarse en los anteriores. Omitimos los versos de nueve y trece si- labas, porque son casi siempre desapacibles al oído, razón por la cual están desterrados de las buenas composiciones. Lo mismo se dice de los versos de quince sílabas en adelante, suponiendo que pueda llamarse verso á com- binaciones tan inarmónicas. CAPITULO XXI. DE LOs ACENTOS Y SU COLOCACIÓN. Para hacer un verso que merezca este nombre, no basta atender al número de sílabas que tiene; es necesario además tener en cuenta la colocación de los acentos. De lo contrario los mejores versos no pasarían de una mala prosa. Hagamos la prueba en el si- guiente cuarteto: Oye tu solo, eterno y sacro rio, El grave y mustio son de mi lamento, ; Y confuso en tu grande crecimiento Mezcla en el ponto inmenso el llanto mio. Estos son versos sonoros y armoniosos, como los que sabía hacer Herrera; y para
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