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Ma. demos reducirlas á cuatro; ciencia, discerni- miento, imparcialidad y libertad. A nadie le hace más falta que al historia- dor un gran caudal de ciencia y una vasta erudición. Sín éstas, dificilmente podrá salir airoso de su empeño. ¿Qué haría un historia- dor, que ignorase la filosofía, filología, litera- tura y otros ramos del saber humano? Y si estos conocimientos le son indispensables, mucho más le serán los de geografía, crono- logía, arqueologia y demás ciencias auxi- liares de la historia; pues, en hecho de verdad, el historiador no debía ignorar nada, y como esto no le es posible, debe solicitar el auxilio de las academias y corporaciones científicas, aprovechando los estudios que estas hayan hecho sobre el particular. El discernimiento es muy necesario al historiador para no confundir los hechos, dar á cada uno la importancia que merece, poner- los en el lugar que les corresponde, y hacer el aprecio debido de las instituciones, que son por decirlo así, la personificación de las ideas., La imparcialidad la tomamos aquí como sinónimo de justicia. El historiador ante todo debe ser justo, y la justicia no consiste en una indiferencia estúpida, sino en dar á cada cual lo que merece, en llamar las cosas por sus propios nombres, reprobando el crimen, me

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