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A quiera. Estas obras abrazan en toda su ampli- tud la ciencia Ó arte de que tratan. Como el que se atreva á emprenderlas debe ser hombre de disposición, de crítica y de saber nada común, no nos creemos autorizados pa- ra prescribirle reglas; solo advertimos que en cuanto á la doctrina no se pierda de vista lo dicho en los párrafos anteriores. Por lo que toca al método, puede em- plearse el analítico ó el sintético, según con- venga al asunto; pero siempre con unidad de plan, lógica y claridad, que todas son cua- lidades indispensables. El lenguaje y el es- tilo deben adornarse y elevarse según las circunstancias, suprimiendo siempre las defi- niciones de términos técnicos, por suponerse al lector instruido en el tal tecnicismo. Hay además dos vicios capitales que de- biera evitar todo escritor; uno es el espíritu de escuela, y otro la manía de ostentar erudi- ción, amontonando citas sin necesidad. Y de- cimos, sin necesidad, porque hay obras en que las citas son necesarias y ellas constitu yen una gran parte de su mérito. Tal es por ejemplo la Teología moral de S. Ligorio. El espíritu de escuela quita mucho mérito á las mejores producciones; y las demasiadas notas afean notablemente las obras donde se hallan. Obras mixtas llamamos á las que guardan ún medio entre las ya explicadas, y partici- a AID ARDER IA 7% pps

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