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Ni á las fiestas donde fuere Mi cifra le acompañare, Si antes que pase tres días No le cuento yo á mi alfaque Las injurias que me has hecho. Romancero. 3. El P. Granada pone en boca de un conde- nado estas horribles maldiciones, que tienen tanto de imprecación como de execración: Oh ciego de mí! Oh miserable de mil Oh mil veces ma- laventurado de mí, que así me engañé! Maldito sea quien me engañó, y maldito quien no me castigó, y maldito el pa- dre que me regaló, y maldita la leche que mamé y el pan que comí, y la vida que viví. Maldito sea mi parto, y mi na- cimiento, y todo cuanto ayudó y sirvió para que yo tuvie- ra sér, La reticencia, como la palabra indica, consiste en cortar repentinamente la frase, ó detenerse antes de concluirla, no para que no se entienda lo que callamos, sino para dar más fuerza á eso mismo que callamos. Un cé- lebre orador parlamentario, dando á conocer la ambición á que dan lugar las actuales for- mas de gobierno, se expresa así: No hay español que no erea oir aquella voz fatídica que oía Macbet, que le dacía: Macbet, Macbet, tu serás rey. El que es elector oye una voz que le dice: Elector, serás dipu- tado. El diputado oye una voz que le dice; diputado serás ministro, El ministro oye una voz que le dice: ministro SETÁS...... yo no se qué, Señores! Donoso Cortés.
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