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CAPÍTULO VII ADORNOS DEL LENGUAJE Vistos ya los elementos de que se com- pone el lenguaje y las cualidades que debe tener cada uno de ellos para que formen un todo perfecto, vamos en este capítulo á dar á conocer ciertas bellezas, hijas y compañe- ras del lenguaje, bellezas á que unos llaman elegancias del lenguaje y otros figuras de dicción. Llámense como se quiera, estas figu- ras ó elegancias se dividen en dos clases: unas que se cometen variando el significado de las palabras, ó tomándolas en un sentido metafórico; y otras que, aunque alteren el orden lógico de las ideas, en nada varían el significado de las palabras. Las primeras lle- van el nombre genérico de tropos, y las se- gundas el de figuras de palabras. Estas pue- den reducirse á las siguientes: Hipérbaton, re- petición, conversión, complexión, concatena- ción, retruécano, conjunción y disyunción. (1) (1) Aquí solo apuntamos las figuras más usadas, omi- tiendo de intento ese indigesto fárrafo de figuras, que se halla en otras retóricas, porque estamos persuadidos, que solo sirven para sobrecargar la memoria de los alumnos y formar pedantes. Por cierto que nuestros clásicos, no nece sitaron de epanodilopsis, catacresis, polípote, paradiástele y otras mil figuras de este jaez para llegar á donde jamás lle garán los que creen que el ser literato consiste en saber muchas palabrotas griegas.

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