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AR De las emociones del alma se dice lo mis- mo que del movimiento físico. Aquí no se puede dar más regla que la imitación de los buenos modelos. En los siguientes versos que entresacamos del salmo 26, puede verse con cuanta naturalidad expresa David su confian- za en Dios; y con cuanta maestría trasladó Fr. Luis de León á nuestro idioma los senti- mientos del Salmista. Dios es mi luz y vida, ¿Quién me podrá dañar? Mi fortaleza Es Dios y mi manida; ¿Qué fuerza ó qué grandeza Pondrá en mi corazón miedo 6 flaqueza? No te me escondas, bueno; No te apartes de mí con faz torcida; Pues ya tu dulce seno Me fué cierta guarida, No me deseches, no, Dios de mi yidat... No tomes á despecho Si se detiene Dios: ¡oh alma! espera; Dura con fuerte pecho. Con fé acendrada, entera, Aguarda, atiende, sufre, persevera. Fr. Luís de León. a. a EIA

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