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— 104— tro versos más, á lo cual se dá el nombre de estrambote; pero esto es tan raro que apenas se puede citar más ejemplo clásico, que el tan conocido de Cervantes al túmulo de Fe- lipe II, en la Catedral de Sevilla. ¡Vive Dios, que me espanta esta grandeza Y que diera un doblón por describilla! Porque, á ¿quién no suspende y maravilla Esta máquina insigne, esta riqueza? Por Jesucristo vivo, cada pieza Vale más de un millón, y que es mancilla Que esto no dure un siglo; ¡oh gran Sevilla, Roma triunfante en su mayor alteza Apostaré á que el ánima del muerto, Por gozar estas honras, ha dejado El sitio donde asiste eternamente. Esto oyó un valentón, y dijo: «es cierto Cuanto dice voacé, seor soldado: Y, quien digere lo contrario miente.» Y luego incontinente Caló el chapeo, requirió la espada, Miró al soslayo, fuese;y no hubo nada:
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