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A A a e a a [14] rosas familias; la de los Jueces en el pueblo esco- gido ; la de los Reyes en la casa de Israel y de Judá; ] y de aqui el que no haya habido sociedad 6 repú= ! blica de hombres que no haya reconocido superior á quien obedecer, padre 4 quien respetar ; y juez á quien temer. La naturaleza misma, dice Ciceron, qu dió 4 conocer los pueblos la necesidad de estas su= 4 periores autoridades; y su Autor soberano, que ja- mas se olvida de las obras de sus manos, se las ha dado siempre proporcionadas á las circunstancias de DI los tiempos. Es preciso omitir las muchas pruebas de esta verdad ,' que pudiéramos deducir de la conducta de ll Dios observada con su pueblo, y que nos consta ¡ de los libros santos del antiguo Testamento; igual- mente que las que admiramos. en la. eleccion y. un ll | cion de los Reyes que ha dado y conservado á los imperios de la tierra, especialmente á nuestra Es- paña. Pero por aproximarnos mas al objeto de los presentes cultos, ¿qué testimonio mas auténtico de que los superiores ó gefes de las sociedades civiles y religiosas se dan por Dios que la eleccion que cele- bramos del nuevo Ministro general de muestro Ór= den de Capuchinos? Estos son unos hombres , que separados de los demas en muchas cosas por benefi- cio y vocacion especial, forman como un pueblo

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