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santa; porque la del ministro es la del Ta 8 > $ 4 E oa 3 5 eS de ” «PS a A ES -— AA AO 5 augustísimo Sacramento, el zelo nor su culto, y el deseo de recibirle pueda en alguna manera compararse con el de nuestro san Lorenzo? Igual al suy es nuestro carácter, igual nuestra ohk: gacion, igual debiera ser tambien nues. tro fervor. ¿Pero lo es acaso nuestra re. ligiosidad, nuestra gratitud, y nuestra correspondencia al beneficio que iguak mente que él habemos recibido? ¡Ay de nosotros, si sobrando un solo sacriz ficio para la santificacion de infinitos. mundos, no lo són por nuestra culpa tantos como ofrecemos para la nuestra propia! Pensemos, 6 padres, estas ver= dades á los piés de Jesucristo crucifiz cado, atendiendo al ejemplar que te- nemos á la vista. Consideren además todos los fe que ellos tambien son en alguna ma=: nera sacerdotes, no para consagrar el cuerpo del Señor, sí para ofrecerle con: su ministro en aquel santo sacrificio, que á nombre y por el bien de todos se celebra. Por esto deben emular sus almas la pureza de los ángeles; porque esta es la que en el sacerdote se re= quiere: debe su intencion ser la má: A ” ee AH p «¿y A ; e ELO E o Es 4 S Ei ed ES au 4 A sae 7 ls > bl Hei ds al E E sy”<, "el +.

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