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“questra propia prudencia: nos reprue- ba que juzguemos suficiente nuestra capacidad para discernir en los asun- dos graves; y quiere busquemos el buen consejo en quien pueda dárnosle acer- dado. Los ancianos, los sabios y los te- - Mnerosos de Dios son los que pueden darnos dictámen, y á quien por sus le- Aras, por sú experiencia y por su vir-- “tud debemos sujetar el nuestro; no á los que por faltarles estas circunstan- cias carecen de la precisa suficiencia para dirigir los negocios de entidad. La oracion, para pedir á Dios la luz de los “aciertos; la rectitud de intencion en Jos fines particulares de cada uno, y la desconfianza propia,son actos insepa- tables de la prudencia cristiana, que en los superiores y en los que mane- ¡an negocios de importancia se juzgan como precisos para no errar en sus re- - soluciones. ¡Ay de los que se juzgan verdaderos sabios, y de los que en su - propia estimacion se tienen por pru- - dentes! dice Isaías. Sin duda, porque como enseña el Apóstol, Dios ha de pos con su ciencia, y con su pru- dencia habrá de reprobarlos. Pidan pues siempre estos tales, como pidió Sa 3 y FS

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