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+, A 08 58 e: cion ofrece san Lorenzo en esta: tud á los superiores, á los Jueces, y los que se hallan constituidos en alguna — dignidad. Estos, con los demás que por sus empleos están precisados á mane= jar asuntos arduos y de la mayorim= portancia, necesitan demucha pruden=. — cia para no errar en ellos. La inconstan- cia, la negligencia y la inconsideración, — 6 falta de reflexion de los Prelados para — resolver, junto con su precipitacionen el obrar, son otros tantos vicios que como fegs borrones manchan el decoro de su dignidad. Las astucias, la nimia adhesion á las temporalidades, y el diri girse por los dictámenes de una pru-= dencia carnal, son pecados igualmente nocivos que detestables en todos los que gobiernan. Una imprudencia en un superior, óen un juez, es suficiente á perder su alma y la de todos aque-= llos que viven á su cargo. a Consideremos asimismo que no hay mayorimprudencia que fiarnos de nos- otros mismos, pagarnos de nuestro sa- * ber, y guiarnos por nuestro propio 23 E cio, siendo los asuntos arduos, difícil- su resolucion, see el consultarlos. Dios nos prohibe que estribemos en

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