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» E z $ E Er4 un E E E | — 2 — “cuando aun con los soberanos dones de que le dotó extraordinariamente el cielo, como fueron los de sabiduria, E de consejo, de fortaleza, de lenguas, de er E e dd a > lágrimas, de milagros, de profecía, con otros muchos, y entre los más estupen- dos favores de visiones, revelaciones y raptos, jamás dejó su corazon de hu- millarse, porque nunca olvidó su pro- a A Pe br A ai A -.. 1 ¿ ia nada, ni el conocer era un efecto uramente gratuilo de la divina libe- ralidad? Por esto ni se entumeció sober- bio su corazon con los honores, ni apeteció cosa alguna que excediese á la condicion humilde de su estado y de su raro ano- -nadamiento, ni dejó en tiempo alguno de sentir bajisimamente de sí propio. ¡Oh humildad á todas luces grande! $ H. Mucho tienen sin duda que apren- der en ella los sabios que llegan á po- - seer el apreciable tesoro de la ciencia; porque si, ó poseyéndola se ensoberbe- cen, ó por no comunicarla la inutilizan, - son reos para con Dios de gravísimos pecados. La ciencia, como dice el Após- ol, inclina el corazon del hombre á la
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