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E e la maldiga, mientras nosotros prorrumpimos en gra- tas alabanzas, cuyos ecos atraviesen las nubes y lleguen hasta el trono de nuestra bendita Madre, la Virgen María. PUNTO SEGUNDO Verdad y sinceridad Suelen escandalizarse los enemigos de la Iglesia Católica, siempre que escuchan sus afirmaciones, referentes a la mediación de la augustísima Madre de Dios en favor de los hombres, llegando en su demencia a calificarla de supersticiosa y promoto- ra del error. Son la cola de la serpiente, cuya ca- beza aplasta el pie inmaculado de la gloriosisima Vencedora; y ya que no puede lograr desasirse de la sujeción, en que tiene la cabeza, extiende su cola, cuanto le es posible, como queriendo dar a entender que todavía es grande su poder. No hay que hacer caso de semejantes demostraciones; el desprecio es el mejor recurso contra las demasías de los despechados. Mientras la Iglesia Católica ponga er nuestros labios tan consoladoras afirma- ciones y mientras el Vicario de Cristo en la tierra, Maestro infalible de la verdad nos conduzca a los altares de la celestial Señora, diciéndonos lo que te- nemos que decir y enseñándonos lo que debemos practicar en su alabanza y obsequio, ningún coleta- zo del altivo prisionero será capaz de arrastrarnos a las tinieblas de la negación. Y ¡vaya si la Iglesia Santa nos dice y enseña! Muy poco entienden de religión y piedad aque- 4

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