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Mi, elocuente. Hagamos. una sencilla comparación entre aquellos: tiempos y los ulteciores a la Cruz. de- la Redención, y vendremos a deducir.una sola conclu- sión, que es la contenida en los «dichos y alaban- zas de los Padres y Doctores, delos sabios y san- tos, de los vivos y muertos: es la Virgen María, quien ha aplacado al justo Juez.con su palabra-ma- ternal; es la Virgen María, quien aleja los castigos» que teníamos merecidos; es la -Virgen-María, quien, como elocuente Abogada de la Paz; defiende a: sus patrocinados y.los mantiene en reposo y traquili- dad. Si fuésentos mejores que los de la época ante- rior, podríamos atribuirlo, aunque-:en parte, a las buenas costumbre de: los cristianos; pero ¿quién dice tal? ¿dónde está esa bondad-de costumbres? Nonos queda, :pof tanto, otro:recurso que «el de atribuirlo todo'al valimiento de nuestra dulce Se- ñora: De ahí: la magnífica sentencia de San Agustín, que'lo abarca todo: tu:es spes unica pecatorum. PUNTO SEGUNDO Proclamación y fruto Consideremos, almas piadosas, que nuestra com+ pasiva Madre ha sido proclamada Abógadadel mun- do por la: Iglesia Católica, Maestra de laverdad, y observemos. queen todo lugar se repite con entu- siasmo, siempre creciente, una tan acertada procla- mación. ¡Ay! reo :es el o.mundo «ante Dios de todo género de infidelidades, reó de toda especie: «de crí- menes, reo. de: toda clase de ofensas e injurias: ¿Quién se atrevería :a defenderlo, siendo sus cul-

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