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A 38 — tuvo a contemplar su incomparable belleza, y la tierra no ha cesado de bendecir al Dios de eterna bondad, que tan fácilmente supo y quiso conciliarlo todo. Su refulgencia deslumbró a los espiritus más encumbrados y la eficacia de su poder ilenó de asombro a las inteligencias más privilegiadas. De- tuvo el brazo divino, que tanto amedrentaba a Jos desgraciados mortales, y tal fué su interés en bien de la humanidad, que superó a todas las esperan. zas. Ave, sole splendidior, debemos decirle con San Tarasio: Ave causa salutis omnium. mortalium. A ese brillantísimo Arco-Iris, en cuya contemplación se extasiaban los santos, deben dirigirs* todas las miradas; él será nuestra paz. PUNTO SEGUNDO Salud y Paz Consideremos más aún, almas devotas, y consi- deremos con la vista de nuestra mente, fija en ese refulgente Arco-Iris de Paz, que el Padre de las mi- sericordias y Dios de toda consolación hizo apare- cer entre las tinieblas del error y la superstición, Brilló nuestra excelsa Virgen, como Aurora de Paz; en la hora crítica del juicio, en que la humanidad se miró condenada al destierro y a la muerte; an- duvo de boca én boca, 'como Nuncio de Paz, du- rante las primeras edades del mundo; fué proclama- da Alianza de Paz por el mismo Creador, luego de haberse declarado la infausta guerra entre el Cielo y la tierra; llegó a ser Madre de la' Páz, cuando transformó en mátiso Cordero al Dios justiciero,

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