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abr sentar a Jesucristo, Principe de la paz y Dios de toda bondad, como embaucador de las gentes y fau- tor de los tumultos y discordias imperantes. ¿Serás tú también del número de aquellos insensatos, que sólo descubren faltas »en los demás, sin exceptuar al que nunca entró en conciliábulos ni pandillajes, no viendo jamás las suyas, aunque sean del tama- ño de vigas molineras? ¿Serás tú de los que siem- pre culpan al vecino, reputándose a si libres e incó. lumes de toda acción perturbadora? Guárdete el Señor de un tan perjudicial y peligroso extravío. Las pasiones ciegan y matan. Toma, toma ya este librito y lánzate a los pies de la Virgen de la Paz, firmemente resuelto a no separarte de ellos, hasta conseguir desu inmensa piedad ese don celestial. implora la paz para ti y para los demás, para los que la aman y para los que la odian, para las familias y para las comunidades, para los pueblos y para las naciones, como siem- - pre lo hacía nuestro Beato Diego de Cádiz, entu- siasta predicador de tan hermosa advocación, e ins- ta cada día con mayor interés, a fin de que su abun- dancia lNegue al colmo, San Bernardo nos aseguró de que toda gracia y don celestial tenia que ve- nirnos por la alta mediación de la dulcísima Virgen María, y el mundo cristiano lo aplaudió con delirio santo. Clama, pues, con sinceridad ante esa bendita Virgen de la Paz y pidela con ilimitada confianza, y serás escuchado, y vivirás tranquilo,y te conside- rarás feliz, y descansarás en la paz del Señor e irás a reinar con Jesús y María por los siglos de los siglos. Así lo desea, suplica y ruega EL Autor
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